Tras mil quinientos intentos fallidos de probar los consejos de las personas de tu entorno; familiares, profesores, suegros, amigos y conocidos del parque…, decides llevar a tu hijo a un profesional para que así os ayude a afrontar de una manera más adaptativa la dificultad con la que os encontráis. Pero, ¿Cómo se lo digo al peque? ¿Cómo se va a sentir? ¿Cuándo es mejor informarle? Realmente, ¿es necesario comentarle dónde vamos?
A la última pregunta, contesto con un SI en mayúsculas, es inevitable sentarse y contarles dónde van, qué encontraran allí, qué deberán hacer. ¿Por qué? Porque al igual que los adultos, necesitan reducir la incertidumbre para sentirse seguros y la seguridad, será requisito indispensable para que la relación paciente-terapeuta fluya, pero de esto hablaré en el siguiente post.
A los niños, al igual que a nosotros, la incertidumbre y el no saber a dónde van les pone nerviosos, les asusta y en definitiva, les genera ansiedad, porque si, los niños también tienen ansiedad, depresión y dificultades que asociamos normalmente con el adulto.
Por ello, recomiendo que los padres o tutores, informen a los pequeños sobre el lugar al que van a llevarle, qué se va a encontrar, con quién va a estar y qué papel jugará tanto el psicólogo como él mismo. De manera, que en mi opinión (humilde), la situación ideal sería en la que inicialmente vienen los padres sin el niño y se explayan sobre qué está ocurriendo, qué esperan de la terapia y qué están dispuestos a realizar. Se convierte esta primera toma de contacto en un momento en el que el profesional puede aprovechar para hacer saber a estos padres preocupados cómo es su modo de trabajar y cómo pueden explicar a los pequeños que van a acudir a su consulta.
Si es cierto, que en muchas ocasiones, dependiendo de la edad, con quien más vamos a trabajar es con los padres, pero hay veces que necesitamos la colaboración de los niños y para ello, tienen que venir tranquilos, con ganas de ponerse en marcha y mejorar la situación que están viviendo, ya sea en casa, escuela…
Además, tenemos que tener en cuenta que los niños tienen más dificultades para expresar sus sentimientos, la expresión adecuada de emociones es algo que se aprende, por ello, hay que enseñarles no solo a reconocer sus propios sentimientos, sino también, los de los demás.
Pero bueno, que me estoy yendo del tema, teniendo en cuenta todo lo escrito, ¿Cómo se lo decimos?
Podemos empezar diciendo aquello que no va a ayudar, como puede ser vas a estar con una chica muy maja que te va a ayudar, le puede confundir. Personalmente, me gusta que le expliquen que el lugar donde estarán habrá una persona que te va a enseñar, enseñar por ejemplo a calmarte cuando te pones nervioso en clase, enseñar a hablar con tus compañeros, enseñar técnicas que te ayuden a estudiar… Pero esto, con niños pequeños.
En el caso de los adolescentes, es distinto, ¿qué ocurre aquí? Nos podemos encontrar con jóvenes que vienen de las orejas, porque en casa, en clase, a nivel social… la situación se ha vuelto insostenible, porque al psicólogo, al igual que al dentista, vas cuando ya no soportas más el dolor. Aquí en España, la prevención de la Salud Mental, no está integrada.
Además, la adolescencia es una edad en la que hay que ganarse la confianza, les tienes que demostrar que va a ser un proceso que va a merecer la pena. Es por esto, por lo que es importante, que no vengan engañados, una cosa es “obligados”, y otra ya recibirles a través de una “encerrona”, porque aumentan las probabilidades de que la terapia no funcione. De manera, que lo mejor va a ser sentarse con ellos y hacerles ver que por los sucesos que está viviendo, consideráis que es hora de tratar el asunto con la mediación de un profesional, con quien podrá hablar y buscar soluciones que satisfagan en la medida de lo posible a todas las partes.
Por otro lado, está el cuándo explicarles todo esto, en el caso de los pequeños (menores de 12 años), es mejor hacerlo el día antes o incluso la misma mañana antes de ir, que ellos conozcan dónde van, con quién se van a encontrar y qué se le va a pedir. Es mejor no adelantárselo antes para evitar que sientan ansiedad innecesaria.
Una de las maneras puede ser, “cariño, llevamos un tiempo preocupados porque…, por eso, hemos hablado con Irene, ella es psicóloga, y va ayudarnos porque hay veces en las que no sabemos cómo actuar y queremos que nos enseñe tanto a ti como a nosotros a cómo ponérnoslo más fácil para así poder ayudarte y apoyarte en lo que necesites”.
En la adolescencia el hecho de hacerles ver que vosotros también vais a recibir cierta ayuda, pautas, les anima y les hace estar más implicados, como ya hemos dicho obligarles a ir a un psicólogo no es la manera adecuada, podemos conseguir lo contrario a lo que buscamos, provocando más rechazo y que acudir a terapia no tenga ningún beneficio. Podéis incluso mirar en internet varias opciones de psicólogos y que pueda elegir con el que él considere que podría sentirse más cómodo, haciéndole sentir que tenéis en cuenta su opinión y que forma parte de esta decisión tan importante, que es la elección del profesional que va a ayudaros. Con ello además, podemos potenciar la motivación de los jóvenes para llevar a cabo la terapia de forma productiva y no boicoteadora como puede ocurrir en alguna situación.
Con todo, espero que este post os pueda ayudar y dar ideas sobre cómo decir a vuestros hijos que habéis tomado la decisión de acudir al psicólogo.
Lda. Psicología Irene Tobías