El post de hoy, lo voy a dedicar a un tema que cada día está más presente en la sociedad en general y en nuestro Centro de Psicología en Bilbao Ongizate, y es el desarrollo adecuado de la autoestima de nuestros hijos.
Cada día nos esforzamos porque nuestros hijos crezcan sanos y fuertes, tanto por dentro como por fuera, por ello, nos ocupamos de su salud, sus hábitos y su alimentación, y como ya hemos comentado, cada vez son más los aitatxus que vienen con la preocupación de ver que su hijo no se valora, tiene miedo a enfrentarse a situaciones porque no se considera lo suficientemente capaz… De manera que buscan orientaciones para alcanzar en sus peques una autoestima adecuada (que no alta o baja), es decir que se vean con las habilidades necesarias para enfrentarse a los obstáculos que se le presenten en su día a día.
Pero, ¿Cómo hacemos eso? Nos parece más complicado que cuidar su salud corporal, donde todo en principio se percibe como más cuantitativo y objetivo, está dentro o no del percentil, tiene o no fiebre, tose, tiene moquetes…, sin embargo, ¿cómo medimos la autoestima de un niño? ¿cuánta fiebre tiene en este aspecto? Si, le podemos pasar un test, pero la verdad desde nuestro centro no somos muy partidarios de quedarnos únicamente con los datos de una prueba aislada, sino que nos gusta investigar más allá y observar las conductas que muestra ese niño en su día a día, cómo se enfrenta a las relaciones sociales con niños, con adultos, actitud hacia la evaluación, tolerancia a la frustración, indagamos en todos los conceptos de sí mismo, porque ¿qué es la autoestima? Sabemos que al hablar de autoestima nos referimos a la percepción que tenemos de nosotros mismos y nuestras habilidades y capacidades. El valor que nos damos como personas en todos los ámbitos de nuestra vida. De hecho, es una habilidad que hemos ido formando, mejorando y puliendo a lo largo de nuestra vida con experiencias y aprendizajes.
Por tanto, se podría definir como la adición de nuestros autoconceptos, es decir, la suma de cómo me veo a mi mismo como estudiante, como hijo, como deportista… todo ello, nos lleva a un resultado en el que nos vemos como alguien válido o no válido. Por ello, nos gusta ver y observar más allá y conocer a los peques en todos sus ambientes, así comprenderemos por qué en unos se porta bien, en otros como consecuencia de su frustración es rebelde y rabioso.
Pero bueno que me voy por las ramas porque estábamos en ¿cómo hacemos esto de alimentar la autoestima de nuestros hijos? Normalmente, basta con pequeños gestos y hábitos, que les ayuda a percibirse como capaces, que se quieran, se respeten y sean más seguros consigo mismo. Gestos y hábitos tan simples como el hacerles sentir tan valiosos como para guardar un ratito cada día en nuestras apretadas agendas para escucharles, enseñarles, jugar con ellos… y no sólo eso, sino que también dar importancia a ese tiempo, que no se pueda sustituir por cosas “más urgentes”, porque no hay en ese momento algo tan importante como vuestro peque. Parece sencillo, pero teniendo en cuenta como son nuestros horarios, parece que tenemos que hacer tetris para encajar todas las piezas para poder parar y jugar.
Otro gesto que les ayuda es darle la oportunidad de explicarse SIEMPRE, si no soy partidaria del siempre o nunca, pero aquí, lo incluyo y con mayúsculas, porque a veces pecamos y no les dejamos que nos den su versión, porque como les conocemos y sabemos lo “liantes” que son, vemos que lo que nos van a contar no es ni de lejos la realidad. Pero bueno, les escuchamos, conocemos cómo lo han vivido ellos y luego ya decidiremos cómo actuar. El simple hecho de darles esa oportunidad, les hace sentir valiosos, considerados e importantes dentro de al menos el círculo familiar.
El resultado de la autoestima sana es una mayor confianza en nuestras habilidades y capacidades, son personas más conscientes de sí mismas, más realistas en sus fortalezas y debilidades lo que deriva en un mejor rendimiento a nivel general. Además, no sólo ayuda a lograr el éxito siendo capaz de aceptarlo y disfrutrarlo, sino que también y lo que es más difícil, a afrontar adecuadamente las derrotas aprendiendo de ellas. Trabajando estos aspectos, conseguimos niño más fuertes, con recursos para hacer frente a las críticas, saber cuándo son constructivas y sacarles partido y cuándo son destructuvas y desecharlas, porque ellos se conocen y saben mejor que nadie si lo que escuchan es real o no. No sólo eso, sino que prevenimos situaciones tan complejas y negativas como las de bullying, ya que si ellos aprenden a valorarse adecuadamente, las críticas negativas tendrán menos influencia emocional sobre ellos.
Por otro lado, les será de gran ayuda para relacionarse con su entorno, porque para adquirir buenas habilidades sociales es necesaria una autoestima equilibrada. De hecho es uno de los pilares a trabajar cuando se quiere aprender o mejorar las habilidades sociales.
Además, la autoestima nos ayuda a controlar y afrontar las frustraciones diarias con las que nos encontramos en la vida.
En resumen, desde el Centro de Psicología en Bilbao Ongizate, queremos animaros a desarrollar en nuestros pequeños una autoestima sana. Por ello, recogemos una serie de consejos que pueden ayudaros a hacerlo:
- Creer en ellos, son personas como nosotros y cometen fallos como nosotros. Dejémosles cometer fallos, permaneciendo a su lado para darles apoyo, pero sin sobreprotegerles. De los errores se aprende y se hace uno más fuerte.
- Demostrar nuestro amor incondicional siempre que tengamos la oportunidad.
- Dotarles de pequeñas responsabilidades, en casa o cuando hacemos encargos y recados. Mejor tareas sencillas para evitar frustraciones, de manera que iremos fomentando su autonomía a la vez que se perciben capaces de realizar labores como nosotros, sus modelos.
- Permitir que tomen sus decisiones, dejémosles poco a poco que elijan en cuestiones del hogar. Una buena técnica es darle dos alternativas que nosotros queramos y, con esa falsa apariencia en la que creen que ellos deciden totalmente libres, se reafirman sus sentimientos de capacidad, libertad e inclusión familiar.
- Llamarle con un nombre cariñoso, uno que sólo se lo llamemos nosotros, uno que le haga sentir especial y único.
- Dejar a un lado las comparaciones, siempre habrá algún niño que haga las cosas mejor que nuestro peque al igual que otros que lo hagan peor, por lo que no llegaremos a ningún sitio. Tampoco les obligamos a ser como fulanita o menganito. Tienen que sentirse queridos y apreciados para poderse ellos también quererse y apreciarse.
- Olvidar el perfeccionismo y las comparaciones del punto anterior, quererlos como son para que ellos también se quieran y acepten.
- Dedicar un ratito al día o a la semana a hablar de sus días en el cole o con los amigos, le enseñamos en esos momentos a identificar lo que siente en esas situaciones y a respetarle si se ha enfadado o ha sonreído. Le ayudaremos a comprender y expresar mejor sus sentimientos y a un futuro equilibrio emocional.
- Por último, dejar a un lado las etiquetas, es importante cuidar nuestros mensajes verbales hacia ellos. “Eres un torpe”, “Es tan tímida”, “Mal, niña mala, eso no se hace”. Valoremos sus comportamientos, no sus personas. Podemos hacer las cosas mal, pero no somos malos, desde esta perspectiva podemos cambiar la conducta algo que resulta más sencillo que cambiar un rasgo de personalidad.
Por tanto, recordad que con unos pequeños gestos podemos ayudarles, para que sean seguros y consigan las metas y objetivos que se propongan basándose en el respeto hacia ellos y hacia los demás.
Elixabete Blanco Salcedo