De pequeña y no tan pequeña me encantaba jugar con nenucos, cuidarlos, bañarlos, cambiarlos, dormirlos… Era capaz de visualizarme como amatxu en un futuro y cuando lo hacía me parecía sencillo y me veía siendo la perfecta mamá. Pero claro, esos muñecos no lloraban, no provocaban ese sentimiento tan intenso como el que genera el llanto de mi hijo.

“La maternidad no es como había imaginado”, últimamente se escucha a menudo esta frase pero es tan verdadera…

También es cierto que está siendo la experiencia más enriquecedora, tierna y loca que he vivido hasta el momento. La describo como una montaña rusa  y que además de vez en cuando va sin control con subidas emocionantes y bajadas dramáticas y vertiginosas. Asusta equivocarse sobre todo, porque parece que cometer errores en la crianza va ligado a un trauma irreversible y claro no queremos generar niños traumatizados por lo que perdemos muchísima energía y tiempo evitando posibles dramas. ¿Qué logramos? Ser padres estresados por querer alcanzar una crianza natural sin aditivos que acaba siendo forzada y precisamente poco natural ya que está encasillada por aquellos deberías y consejos que nos rodean.

Tengo buenas noticias porque la realidad es que podemos estar tranquilos, porque… ¡PODEMOS EQUIVOCARNOS!  

Errar es humano y positivo y si además al hacerlo, les enseñamos a aceptar los fallos como algo natural y a tratar de solucionarlos, estamos mostrando que es posible perdonarse, a exigirse pero en su justa medida y a entender que una mala decisión es nada más y nada menos que eso, una mala decisión. 

Es por ello, por lo que a veces, merece la pena dejarse llevar olvidando las teorías sobre cómo deberíamos actuar un padre porque seguramente funcione mejor nuestro instinto guiado siempre por el sentido común. Ya que, lo que no recogen esos estudios es que cada niño es un mundo con sus propias necesidades y peculiaridades por lo que puedo utilizar estrategias con un peque y que funcionen pero que con otro no sirvan para mucho.

Personalmente, he tenido que reestructurar varias de las creencias que tenía sobre la crianza y que como psicóloga había estudiado, ya que aquello que era tan beneficioso e incluso necesario para el desarrollo del niño, mi hijo no me deja poner en marcha.

En la consulta de psicología en Bilbao Ongizate, he tratado de no forzar ninguna de las supuestas premisas con los padres, porque la realidad suele mostrarse lejana de la situación ideal por lo que la puesta en marcha de las pautas educativas generales resultan complicadas de aplicar, así que tampoco me ha generado especial ansiedad reajustarlas a mi realidad sobre todo porque al mirar al peque lo que me transmite es felicidad. Por lo que merece la pena abrir la mente y flexibilizarla para así disfrutar de este proceso.

Lo que si mantengo como base en la crianza porque todo niño lo pide es el afecto, la escucha, comprensión, empatía y todo ello, a demanda sin límite alguno.

¿Vosotros cómo lleváis el ajuste de la teoría a la práctica?

Irene Tobías Fernández

BI03674

Centro de Psicología Ongizate

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